▶ Orad juntos dando gracias por vuestras experiencias y pidiendo a Dios que os ayude en las áreas que cada uno necesite.
▶ Orad juntos por poder aprender nuevos aspectos acerca de Dios, y porque vuestra relación con Dios sea más profunda y se fortalezca.
Marcos 3:13-19
13Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él.
14Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar,
15y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios:
16a Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro;
17a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan hermano de Jacobo, a quienes apellidó Boanerges, esto es, Hijos del trueno;
18a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananista,
19y Judas Iscariote, el que le entregó. Y vinieron a casa.
Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.
▶ Orad juntos y poneos a su disposición para ser enviados.
▶ Pídale a Dios que lo llene completamente con su Espíritu Santo (puede encontrar pasos prácticos para eso en la unidad "Llenos").
En la Biblia el número doce es un símbolo de completitud, así como de las doce tribus de Israel. Mientras estuvo entre nosotros, Jesús se centró en doce hombres judíos. Tras su resurrección, sin embargo, envió a sus discípulos a hacer discípulos a todas las naciones, a traer a las personas a una relación con Él y a equiparlas y darles la autoridad como enviados, también.
Antiguamente los enviados no necesariamente eran personas de alta consideración, también podían ser siervos o esclavos. Su estado «natural» no importaba, pues el receptor o parte negociadora no los veía como esclavos o siervos, sino como portadores de la plena autoridad del rey –en relación con los asuntos tratados. Por ejemplo: distribuían decretos reales o negociaban y firmaban contratos con terceras partes. En todo lo que hacían, pronunciaban las palabras del rey y actuaban en representación suya. Todo aquello que el enviado hacía era vinculante. Por esta razón, los enviados llevaban consigo el sello real, que era necesario para negociar y firmar contratos.
De la misma manera, Jesús nos llama hoy, a aquellos que tenemos una relación con Él, a ser sus enviados. Jesús es nuestro rey, y nosotros sus enviados, a quienes otorga toda su autoridad. El Espíritu Santo es nuestro sello. Nos provee con la autoridad espiritual de Jesús, y anuncia a los dominios espirituales que estamos actuando en representación de Jesús, el Rey. Esto significa que tan pronto como actuamos o hablamos de acuerdo a su voluntad, ¡esto tiene el mismo efecto que si el mismo Jesús estuviese actuando o hablando!
“Es hora de vivir y pensar sobrenaturalmente y hacer cosas poderosas para el Señor. No hay límite para lo que nuestro todopoderoso Dios puede lograr a través de nosotros en el poder del Espíritu Santo ". (Bill Bright)
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